La evaluación como indicador de la calidad del sistema educativo
La educación ha sufrido, a través de la historia, varios cambios en su enfoque y concepción. El Estado como proveedor de educación a la población ha cambiado de una orientación de cobertura a una de calidad, lo que permite de manera casi automática introducir el término de evaluación como la medida predilecta para el control de calidad. Surgen, sin embargo, con este cambio, varios matices alrededor de la evaluación que deben ser considerados a la hora de utilizar sus resultados como indicador de qué tan bien se encuentra el sistema educativo. El siguiente escrito tiene como propósito analizar hasta qué punto los resultados de las distintas evaluaciones implementadas como medidor de calidad son verídicos y reflejan el estado real de las instituciones educativas a nivel nacional. Para tal fin, se utilizarán los textos y las discusiones que se enmarcan en el curso de Problemas Contemporáneos en la Educación.
Según Alberto Martínez Boom, 2004, el cambio en el enfoque de la educación (de cobertura a calidad) se acompaña de diversas modificaciones en el entorno escolar. En el nuevo momento, el que concierne la calidad, la educación pasa a ser interés primordial de los sectores político, económico y civil. Se crea entonces la llamada comunidad educativa, que tiene como propósito incluir diversos puntos de vista en el ámbito educacional, para que los estudiantes tengan una visión más amplia del mundo en el que se desarrollan, y se desarrollarán en un futuro. Sin embargo, y aunque en teoría la comunidad educativa es un buen mecanismo para los objetivos que persigue, ésta no se evidencia en la práctica. El primer punto problemático, es que las instituciones no se toman en serio las exigencias del Ministerio de Educación de la conformación de dicha comunidad (recordemos la experiencia de Andrés Mejía, donde relata que a falta de miembros que conformen la vocería de la comunidad, decidieron incluir a une vendedora ambulante). Los mismos padres de familia se muestran en reiteradas ocasiones reticentes a una participación activa en la educación de sus hijos. Numerosos factores como los enunciados anteriormente, hacen que la conformación de una comunidad educativa más allá del papel se torne dificultosa.
Un segundo punto problemático, y quizá en que más nos concierne para el tema de disertación es el que se refiere a la evaluación. Los objetivos de la comunidad educativa deben hacerse presentes no sólo a la hora de la conformación de la misma, es decir, los ideales de una educación holística deben estar presentes tanto en las dinámicas de cada una de las clases dictadas en las institución, como en su currículo y por sobre todo en su sistema de control de calidad (evaluación). Es así como resulta imperativo incluir dentro de la evaluación no sólo ámbitos académicos formales como se ha venido haciendo hasta ahora, sino áreas alternas que le puedan proporcionar al estudiante la opción de escoger y generar un bagaje en torno a diferentes disciplinas. Un ejemplo puntual de lo anterior, se refiere a las pruebas de estado ICFES, donde es poca o nula la inclusión de áreas fundamentales en aspectos tanto profesionales como sociales y cotidianos, como lo es la expresión oral, capacidad de proposición y expresión escrita.
El ICFES presenta de manera simultánea otros puntos que resultan conflictivos. Entre los discutidos en clase, también se encuentra la larga duración de las pruebas (antes dos días, actualmente una jornada completa). Las consecuencias de jornadas largas de evaluación son indudablemente negativas para el resultado de los estudiantes. La fatiga física y mental al final afectan las respuestas de los alumnos a las preguntas enunciadas. Bajo condiciones de cansancio, es obvio que un alumno no puede dar lo mejor de sí, y en este orden de ideas, una institución (de educación superior por ejemplo) que se rija únicamente por los resultados de la prueba de estado como filtro de entrada no está considerando el potencial del estudiante en su totalidad, sino una fracción del mismo.
Un tercer aspecto ambiguo es el modo de respuesta de las pruebas del estado. Al ser opción múltiple, la capacidad de redacción y expresión escrita del estudiante es relegada a un segundo plano. Además, las posibilidades de que un estudiante que no conozca la respuesta acierte en la misma son altas. Es posible acotar entonces el término de injusticia en el resultado final. Un estudiante competente y uno mediocre podrían obtener la misma nota, o por lo menos uno parecido. ¿Es entonces producto del azar, cuando una institución exige un buen resultado en estas pruebas acepta o rechaza a un estudiante basado en su nota obtenida? ¿Cómo hacer para discernir entre los primeros y los segundos?
La lectura referente a los high stakes tests descalifica este tipo de evaluaciones en las que se juegan aspectos fundamentales de la vida de los estudiantes. Empero, y como se discutió en clase, las evaluaciones que implican mayores impactos para la vida de los estudiantes resultan ser, aunque agotadoras en algunos casos, mucho más motivacionales para los mismos alumnos. Surge entonces un modelo alterno a las pruebas del estado, que es el International Baccalaureate, o IB. Desde un punto de vista personal, el IB entra en el campo de los high stakes tests, pero con algunos matices. No solamente hace inclusión de aspectos fundamentales ya mencionados como las capacidades de síntesis, expresión oral y escrita y proposición, sino que se enfoca hacia una educación holística en todo el sentido de la palabra. IB se empeña en graduar a alumnos con alta responsabilidad social, con un sentido de responsabilidad elevado, conocedor de áreas poco usuales en el ámbito nacional (como lo son la antropología, o estudios de tecnología) y al mismo tiempo competente en áreas académicas convencionales. El sistema de evaluación no es cortante o definido en el tiempo, sino regido por un proceso incremental que se va evaluando a medida que va pasando el tiempo, permitiendo que el resultado final refleje aspectos importantes para todo ámbito como lo es por ejemplo la capacidad y velocidad de aprendizaje de un individuo, su calidad como ser humano, y sus repuestas ante dilemas de diversa índole.
No obstante, existen también aspectos negativos en torno al IB. Como bien fue discutido, surgen puntos de debate como lo es la competencia generada al interior de una institución con este sistema de evaluación. Es cierto que las condiciones de competencia se pueden tornar difíciles, sobre todo cuando las instituciones compiten para lograr ciertos objetivos. Sin embargo, esta competencia, que no debe ser llevada al extremo, educa a los estudiantes a desenvolverse en un mundo que cada vez se torna más exigente. En segundo lugar se pone en juego la autonomía de las escuelas y colegios, ya que es el sistema evaluativo el que define su comportamiento. Ante esto, es plausible afirmar que desde que exista un sistema de evaluación que se dedique a escoger qué es bueno y qué es malo, y a realizar clasificaciones de calidad, ese mismo efecto secundario existirá.
A manera de conclusión se puede decir que las pruebas de estado como son aplicadas actualmente fallan a la hora de proporcionar una apreciación cercana de las aptitudes del estudiante. Es deficiente al evaluar aspectos mucho más importantes que la academia formal, como por ejemplo la capacidad de síntesis, expresión oral y escrita y calidad humana y ética del individuo. Aunque fuertemente criticado por el autor del texto referente a los high stakes tests, creo que sistemas como el IB que entran dentro de ese conjunto son ideales a la hora de realizar una evaluación ya que miden no sólo áreas como las matemáticas o la física, sino que se enfoca en un perfil de estudiante y lo forma de manera holística.